1838: Edgar Allan Poe publicó su libro “La narración de
Arthur Gordon Pym de Nantucket“, su única novela completa. Este texto tuvo
éxito y Poe junto a sus críticos manifestó que el libro era “tonto”. Sin
embargo, inspiró a otros escritores como Julio Verne y Herman Melville. El
éxito de las ventas del libro, pudo haber sido porque Poe aseguró que los
eventos ahí narrados eran verdaderos, lo cual se consideraba como una “verdad a
medias” por así decirlo, ya que en la vida real esto aún no había sucedido…
En una escena del libro de Poe, se narra cómo un barco
ballenero se pierde en el mar, en el que sobreviven 4 marineros. No tenían
comida y los hombres deciden al azar, a quién se comerán para sobrevivir. A
quien le tocó la mala suerte fue a un joven grumete, ayudante de cabina llamado
Richard Parker.
El 5 de julio de 1884, 46 años más tarde en el mar hubo un
desastre y se produjo una de las historias más terribles de canibalismo. El
barco Mignonette se volvió famoso por los problemas legales que lo envolvieron,
ya que resultó dañado en un vendaval, y principalmente
porque cuatro hombres, llamados Edwin Stephens, El capitán Tom Dudley, Edmund
Brooks y un grumete llamado Richard
Parker de 17 años, que había mentido sobre su edad para enrolarse en el barco
quedaron a la deriva en un bote de 13 pies. Echaron a suerte a quien de comerían y en
efecto, se trata también del joven grumete, ayudante de cabina, Richard Parker.
Lo mataron con un corte de navaja en la yugular. Se lo comieron y lograron sobrevivir.
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“Cuanto todos nos hubimos tranquilizado, nos pusimos a mirar
la nave que se alejaba, hasta que se perdió de vista. El tiempo empeoraba y
soplaba un ligero viento. En el preciso momento en que el buque desapareció en
el horizonte, Parker se volvió hacia mí con una expresión en la cara que me dio
escalofríos. Tenía un aire de seguridad y entereza que nunca le había
observado. Antes de que despegara los labios, yo tenía el pálpito de lo que iba
a decirme. En una palabra, insinuó que uno de nosotros debía morir con el fin
de salvar a los demás.”
“El rostro de Richard Parker me hizo comprender que yo me
había salvado y que la muerte lo había elegido a él. Caí desmayado en el
puente. Me recobré a tiempo para contemplar la consumación de aquella tragedia
y la muerte de quien fuera su principal instigador. No ofreció la menor
resistencia. Peters lo apuñaló por la espalda y cayó muerto instantáneamente.
No quiero ser prolijo en la espantosa comida que siguió. Cosas así pueden ser
imaginadas, pero las palabras carecen de fuerza para que la mente acepte el
horror de su realidad. Baste decir que tras aplacar en alguna medida la
espantosa sed que nos consumía, bebiendo la sangre del desgraciado, y de tirar
al mar, por común acuerdo, las manos, pies, cabeza y entrañas, devoramos el resto
del cadáver a razón de una parte diaria durante los cuatro imborrables días que
siguieron, es decir, hasta el 20 del mes.”
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