Durante la primera mitad de los años 70 se produjo un descubrimiento que dejó perplejo al mundo. En la selva del Congo se había encontrado y capturado un simio nunca antes visto que fue considerado por muchos como el eslabón perdido de nuestra especie.
Sus adiestradores no tardaron en darse cuenta de que este chimpancé no era igual que el resto. No solo era una cuestión física pues Oliver tenía una cabeza mucho más pequeña y redondeada que la de los otros simios y que careciese de pelo tanto en la cara como en el pecho, o que sus orejas fuesen puntiagudas y su mentón más similar al de un hombre que al de un simio. Oliver no solo se diferenciaba por esto, Oliver era un chimpancé mucho más inteligente que el resto tanto que podía caminar como un hombre. Según los expertos en esta materia los chimpancés que pueden andar erguidos son solo aquellos que realizan un entrenamiento exhaustivo y aún así tan solo son capaces de hacerlo durante distancias cortas. Oliver lo hacía constantemente. Caminaba con la espalda y las piernas rectas en todo momento.
Y no solo estas fueron las causas de que Oliver fuese diferente al resto de los suyos, Oliver comenzó a copiar aficiones del hombre como ver la televisión, beber alcohol o fumar. Se hacía café y aprendió a bañarse y a lavarse las manos con más eficiencia que muchas personas.
Pero estos hábitos tenían un precio. Oliver era repudiado por el resto de los simios. Según investigadores Oliver tenía un olor corporal diferente al de los chimpancés lo que provocó que no se llevase bien con ellos lastrando esto su "carrera" en el mundo del espectáculo, ya que era muy difícil que cualquier simio colaborase con Oliver.
Todo esto propició que Oliver se hiciese famoso y apareciese en multitud de portadas y de artículos. Muchos de ellos defendían que Oliver podía ser el eslabón perdido o un simio resultante de la relación entre un simio y un humano. No se había enfriado la noticia de su aparición cuando el simio dio otra sorpresa al mundo, se había enamorado de su cuidadora.
Debido a esto Oliver pasó de institución en institución hasta que se le perdió la vista y el mundo olvidó otro de los muchos fenómenos a los que se expone. Oliver olía de forma diferente que el resto de chimpancés, caminaba erguido y a dos patas y se sentía atraído sexualmente por hembras humanas. Algunos creían que era el eslabón perdido, otros que simplemente era un híbrido aunque nunca lograron identificar la naturaleza original de este ser.
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